Existen miles de libros sobre la meditación, pero para empezar ya, se necesito saber poco:
Siéntate con la espalda recta en el piso o en una silla y no pienses en nada. Experimentarás, que no puedes dejar de pensar ni siquiera por dos segundos? Entonces, ¿no tenemos ningún control sobre nuestros pensamientos?
Normalmente tus pensamientos se mueven con una velocidad que ni siquiera te permite ser consciente de la locura que pasa en tu cabeza. Con la meditación mejorarás el control sobre lo que pasa detrás de tu frente. Decidirás que pensar y que no pensar, incluso es posible “entrenar” el silencio, la dimensión espiritual. Eso funciona como el desarrollo de un músculo. Al principio el cielo mental es nublado como el de Lima, con el tiempo se abren manchas del cielo azul y los meditadores experimentados ven el cielo del invierno de La Paz, claro y profundo, donde apenas aparecen unas pequeñas nubes. A veces, se usa el término “meditar” como sinónimo de “pensar”, sin embargo aquí hablamos de una meditación que apunta al no-pensar.
La posición debe ser cómoda, que el cuerpo absorbe la menor atención. Sin embargo, las posiciones echadas implican el riesgo que uno se pierda en sueños e incluso se duerma. Por eso se aplica mayormente posiciones rectas, sentado en el piso, en una silla o incluso parado. La pelvis está levemente inclinada hacia adelante y la corona se dirige hacia el cielo. Todos los músculos que no son necesarios para mantener la posición, deben ser aflojados. El criterio principal para la posición es, ¿en que medida apoya a la concentración? Encontrar una posición “perfecta”, donde el cuerpo ya no molesta, es un proceso de años.
La instrucción para la mente es no-pensar. Aunque sabemos que no se puede dejar de pensar así no más, la concentración en “no-pensar” aumenta la consciencia con respecto a nuestra mente. También se puede utilizar un “objeto de concentración”, como la respiración, una vela o la pared. El objeto en si no es importante, sino el esfuerzo de la focalización.
Practicando la meditación, uno experimenta que las cosas salen diferente a lo que debían: Muchos pensamientos, dolor de espalda o poca concentración debido al cansancio. A lo mejor los “problemas” te dejarán juzgar de forma negativa sobre tus habilidades meditativas. Es oportuno adoptar una actitud tranquila ante la propia imperfección: “Una mala meditación es una buena meditación.” Los efectos indeseados son un indicador de tu situación actual. Lo bueno de la meditación caótica es, que por lo menos te das cuenta de tu “locura”. Deja el perfeccionismo fuera de la meditación. Más importante es seguir con la práctica, aceptando las cosas como son y tener fe en un desarrollo natural, en vez de frustrarse a causa de expectativas exageradas.
Este pequeño manual te puede ayudar en tus primeros pasos. Una vez experimentado el poder de la meditación, buscarás más fuentes para profundizar tus conocimientos. Sin embargo, la meditación no se aprende de libros, sino meditando, experimentando cada vez más consciencia, y cada vez más control sobre los pensamientos.
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